Había salido de las brumas, atravesando el lago sombrío y aquella mañana llegó a nuestra aldea, viajero infatigable de la memoria. Nadie sabia su origen ni tampoco su destino, y sin embargo sus cicatrices señalaban claramente su historia, sus ropas ajadas mostraban un largo viaje que había empezado hacía mucho tiempo.
Desmontó su cabalgadura y les dijo a los niños que le indicasen una posada. Nadie le preguntó más, solo a un viejo guerrero que se le acercó le respondió que había luchado en el norte, en incontables guerras olvidadas. Así supimos que su mente había sido probada en mil batallas y su corazón forjado en todos los horrores de la guerra, pero nunca hablaba de su pasado, aunque por las noches se le extraviaba la mirada, cuando alzaba la vista hacia la luna llena.
Sí, era un Señor de la Guerra, su brazo había tenido el poder de mil aguijones, muchas vidas había segado con su espada, más ninguna palabra salía de su boca acerca de sus hazañas, solo en sueños sus emociones le traicionaban.
A veces, alguien lo sorprendía acariciando un pequeño anillo que guardaba escondido en su capa, un desgarro en su alma siempre presente, sus ojos ausentes, en esos instantes su mirada reflejaba un dolor insondable, ese recuerdo lejano hundido en su mente.
El Señor de la Guerra había ganado mil batallas, siempre en campaña, siempre luchando en cualquier causa. Sin embargo, él sabía que había perdido la batalla decisiva, la más anhelada. El Señor de la Guerra un día regresó de la última batalla y se encontró una casa vacía, una nota manuscrita y aquel anillo que siempre acariciaba.
Desde entonces habia vagado por el mundo buscando una respuesta.
Pasó el tiempo, las estaciones se sucedían en nuestra aldea y todas las semanas, cada vez que una caravana llegaba, el Señor de la Guerra se acercaba y preguntaba noticias, sus preguntas nunca obtenían una respuesta clara, solo gestos vagos, datos ambiguos, y siempre desanimado, volvía cabizbajo a su morada con el sabor amargo de la derrota reflejado en la mirada.
Mas una noche, paseando al lado del lago sombrío, vio el reflejo de la luna en las aguas negras, y en el reflejo creyó ver un rostro conocido de mujer, y el viento le trajo un susurro que le acarició el rostro, y en aquellas aguas vio levantarse una mano blanca tendida hacia él, una mano bañada por la luz de aquella luna.
Se acercó a las aguas heladas, sacó el anillo, susurró una oración y cerró los ojos mientras su mano buscaba aquellos dedos de plata en la bruma.
A la mañana siguiente su habitación amaneció vacía, nadie lo volvió a ver, y algunos pronto le olvidaron, otros creyeron que volvió a las tierras del norte, mas nadie supo a ciencia cierta qué había sido del gran Señor de la Guerra. Pronto su nombre y su memoria se desvanecieron.
Y sin embargo, algunos viajeros extraviados en las sombras me han contado historias extrañas al volver medio locos de una noche en los páramos. En sus delirios febriles han narrado leyendas que casi nadie ha tomado en serio, en estos relatos han contado que, en las tierras yermas y desoladas, el viento del norte aúlla un nombre de mujer mientras una oscura figura a caballo cabalga bajo el espejo de la luna llena buscando el reflejo del rostro de su amada.
Desmontó su cabalgadura y les dijo a los niños que le indicasen una posada. Nadie le preguntó más, solo a un viejo guerrero que se le acercó le respondió que había luchado en el norte, en incontables guerras olvidadas. Así supimos que su mente había sido probada en mil batallas y su corazón forjado en todos los horrores de la guerra, pero nunca hablaba de su pasado, aunque por las noches se le extraviaba la mirada, cuando alzaba la vista hacia la luna llena.
Sí, era un Señor de la Guerra, su brazo había tenido el poder de mil aguijones, muchas vidas había segado con su espada, más ninguna palabra salía de su boca acerca de sus hazañas, solo en sueños sus emociones le traicionaban.
A veces, alguien lo sorprendía acariciando un pequeño anillo que guardaba escondido en su capa, un desgarro en su alma siempre presente, sus ojos ausentes, en esos instantes su mirada reflejaba un dolor insondable, ese recuerdo lejano hundido en su mente.
El Señor de la Guerra había ganado mil batallas, siempre en campaña, siempre luchando en cualquier causa. Sin embargo, él sabía que había perdido la batalla decisiva, la más anhelada. El Señor de la Guerra un día regresó de la última batalla y se encontró una casa vacía, una nota manuscrita y aquel anillo que siempre acariciaba.
Desde entonces habia vagado por el mundo buscando una respuesta.
Pasó el tiempo, las estaciones se sucedían en nuestra aldea y todas las semanas, cada vez que una caravana llegaba, el Señor de la Guerra se acercaba y preguntaba noticias, sus preguntas nunca obtenían una respuesta clara, solo gestos vagos, datos ambiguos, y siempre desanimado, volvía cabizbajo a su morada con el sabor amargo de la derrota reflejado en la mirada.
Mas una noche, paseando al lado del lago sombrío, vio el reflejo de la luna en las aguas negras, y en el reflejo creyó ver un rostro conocido de mujer, y el viento le trajo un susurro que le acarició el rostro, y en aquellas aguas vio levantarse una mano blanca tendida hacia él, una mano bañada por la luz de aquella luna.
Se acercó a las aguas heladas, sacó el anillo, susurró una oración y cerró los ojos mientras su mano buscaba aquellos dedos de plata en la bruma.
A la mañana siguiente su habitación amaneció vacía, nadie lo volvió a ver, y algunos pronto le olvidaron, otros creyeron que volvió a las tierras del norte, mas nadie supo a ciencia cierta qué había sido del gran Señor de la Guerra. Pronto su nombre y su memoria se desvanecieron.
Y sin embargo, algunos viajeros extraviados en las sombras me han contado historias extrañas al volver medio locos de una noche en los páramos. En sus delirios febriles han narrado leyendas que casi nadie ha tomado en serio, en estos relatos han contado que, en las tierras yermas y desoladas, el viento del norte aúlla un nombre de mujer mientras una oscura figura a caballo cabalga bajo el espejo de la luna llena buscando el reflejo del rostro de su amada.
Música: "Mystic's dream" por Loreena McKennitt. Escúchala usando la radio de este blog
14 comentarios:
Como soy una apasionada de el señor de los anillos, me ha encantado tu post, me recuerda mucho a la narrativa de esta historia que ya me he leido seis veces!! Y la música...ahhhh
Gracias por este post querido aleix!!
Vaya, asi que hay mas apasionados del señor de los anillos en sl. Siempre es bueno saber que no estamos solos ^^'
Menudo relato...No te habrás equivocado de profesión? ;-)
Catwise
Y a mi que no se me caen los anillos por nada;)...Fantástico post...y la fotos estan increibles.
Enhorabuena :)
...A mí me parece más la escena de Excalibur en la que el hada del lago saca el brazo para coger la espada.
En cualquier caso recuerda a seres mágicos, dragones, princesas, elfos, batallas y cielos brumosos.
Muy bonito y romántico post, Aleix
,,,º¿º,,,
Nunca viene mal soñar de vez en cuando y tranportarse a mundos mágicos, fantásticos y emocionantes.
A mi también me recordó al Famoso Señor de los Anillos cuya trilogía me leí un verano que no olvidaré jamás.
Felicidades por el post!
Aclarando que tras mis palabras no hay segundas intenciones, tomate como un halago mi pensamiento de que tienes "buena pluma".
Estupendas ilustraciones, inquietante música.
Permíteme que choque mis cinco
Es uno de los relatos más fascinantes que he leido... Pero, imagino que ese tipo de guerreros nunca se olvidan.
"Desde entonces había vagado por el mundo buscando una respuesta"...Siempre buscamos respuestas que den sentido a nuestra vida, andamos por ahí, buscando verdades y siempre encontramos preguntas sin respuesta.
De tu preciosa historia, como de todas las historias, entiendo que, por muchas batallas ganadas, no se puede vivir sin amor.
Un beso
"Y sin embargo, algunos viajeros extraviados en las sombras me han contado historias extrañas al volver medio locos de una noche en los páramos".
Mi querido Aleixandre... buena pluma y buena imaginación...
Intuyo que éste es el principio de una gran serie de relatos fantásticos con los que nos vas a deleitar....
No lo dejes, no nos dejes así.... sigue contando....
Un beso.
Pepys Arida
Vuelve pronto y cuéntanos más historias, plis
,,,º¿º,,,
Caray...que espectación... muchisimas gracias por vuestras palabras..sois muy indulgentes conmigo... si os digo la verdad...mi principal inspiración para el relato no han sido las fuentes que comentáis sino alguien mas cercano a nosotros y quizás algo olvidado como es nuestro poeta G. A. Bécquer. Leer alguna de sus leyendas y veréis...
Si Oyana... has dado en el clavo...
De nuevo muchisimas gracias...
Ah... resulta tremendamente ventajista por mi parte, pero sí, pensé que algo del Monte de las Ánimas aleteaba en tu relato.
Llegué hasta aquí vía flickr y me gustó la historia.
un saludo
Touché amigo Hugo, ahí está la fuente...y gracias por la visita, conocia tu blog de hace tiempo y admiro la frescura de ideas que tienes...un abrazo
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